Spring

Spring
Primavera en Mannheim, Alemania. Paisaje fotografiado y editado por mí.

martes, 14 de junio de 2016

Rey de Reyes pt. II

"So many lives faded, withered away. And many were born.
Much that was great and significant sank into irrelevance. [...]
Yet nothing vanishes without a trace.
Everything that is sprang from what was."

- Nothing, Eluveitie.

13, Disegni. Roberto Ferri.

Estimados lectores,

regreso con la continuación de la historia épica del rey de Uruk, Gilgamesh, que dejamos a la mitad en la entrada anterior, y aprovecho la oportunidad para hacer un anuncio muy importante. Este blog, que empecé ya el 14 de Junio del 2014, está cumpliendo su segundo año. Es un hecho que me llena de mucho orgullo y de algo de nostalgia, pero sobre todo, de mucha alegría. Ya son 22 entradas publicadas, contando esta, en las que no sólo me he divertido sino que he aprendido muchísimo. Quiero agradecer de corazón a todas esas personas que han estado presentes durante todo este proceso, esas que yo sé que me leen aunque no me comentan, y esas que siempre se toman el tiempo de dejarme su opinión. A todos ustedes, muchas gracias. Espero seguir adelante con este proyecto, trayéndoles cada mes un poco de aquello que disfruto tanto: la escritura, el arte, la música y la poesía.

No siendo más, los dejo con la continuación de la historia (si no recuerdan bien la mitad anterior o si no la han leído, la pueden encontrar AQUI).

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[…]

A su regreso del bosque de Humbaba el rey es engalanado y adorado, y su nueva fama atrae la atención de la diosa Ishtar, señora de la fertilidad, el amor, la guerra y el sexo, quien le pide que la haga su amante. Gilgamesh se reúsa debido al maltrato que la diosa le ha dado a sus amantes anteriores y esta, herida en su orgullo, se dirige a su padre, el señor de los cielos Anu, y le pide que le conceda al Toro de los Cielos, Gugalanna, para reclamar su venganza. Anu se niega ante tal locura, pero Ishtar amenaza con abrir las mismísimas puertas del infierno de manera que cada ser viviente sucumba ante la muerte. Aterrorizado, Anu accede entonces a darle a Gugalanna a su hija, quien con él castiga terriblemente a la ciudad de Uruk.

En medio de la devastación y sin ayuda divina, Gilgamesh y Enkidu asesinan al Toro y ofrecen su corazón a Shamash en medio de la adoración de su pueblo. Aun así, los dioses deciden que, por haber matado a Humbaba y Gugalanna, uno de los héroes debe morir, y marcan a Endiku para tal destino a pesar de las intervenciones del dios sol. Endiku tiene un sueño premonitorio en donde es llevado al inframundo por los ángeles de la muerte. El inframundo es un reino de polvo en donde sus habitantes, custodiados por unos seres terroríficos, comen arcilla y se cubren en plumas. Enfermo y débil, Endiku muere al cabo de 12 días, lamentando no haber podido tener una muerte heroica en batalla.

Gilgamesh es destrozado y, tirando de sus cabellos y su ropa en desesperación, ordena a las montañas, los campos, los bosques, ríos, animales salvajes y a todo Uruk lamentar la muerte de su amigo. Convocando un gran banquete, el rey ordena que se construya una estatua en honor a Endiku y que abundantes tesoros de sus bóvedas sean dados como ofrenda al inframundo, para asegurarse que su amigo tenga una recepción favorable en el reino de los muertos.

Despedazado por la muerte de su compañero, Gilgamesh vaga por lo salvaje cubierto sólo con la piel de animales. Temeroso de su propia muerte, decide busca a Utnapishtim, el hombre al cual la diosa Enki le ordena renunciar a todas sus posesiones materiales, tomar parejas de animales y construir un arca para sobrevivir a la Gran Inundación según la voluntad de los dioses (relato que posteriormente inspiraría la historia de Noé). A Utnapishtim y su esposa les había sido concedido el don de la inmortalidad, por lo que Gilgamesh emprende un largo y peligroso viaje para descubrir y obtener el secreto de la vida eterna. Después de mucho tiempo, el rey llega a los picos gemelos de la montaña Mashu en el fin del mundo, en donde dos terribles guardianes con forma de hombre escorpión guardan la entrada a un túnel que ningún hombre ha atravesado jamás. Tras interrogar a Gilgamesh y reconocer su naturaleza divina, le permiten cruzar bajo la montaña y el héroe recorre a lo largo de 24 horas en completa penumbra el Camino del Sol, logrando completar el viaje antes de que la luz del astro logre alcanzarlo. Llega así al jardín de los dioses, un paraíso con árboles cargados de gemas.

Aquí Gilgamesh se reúne con Siduri, una divinidad femenina asociada al proceso de la fermentación, quien escucha de los labios de héroe sus propósitos e intenta disuadirlo de llevarlos a cabo. Al descubrir que sus esfuerzos son inútiles, Siduri conduce al rey ante Urshanabi, el barquero del Hubur, el rio de la muerte según la mitología mesopotámica. Urshanabi se encuentra rodeado de gigantes de piedra a quienes Gilgamesh considera una amenaza, por lo que decide darles muerte a todos. Al terminar su labor, le hace saber al barquero que desea encontrar a Utnapishtim, quien vive en una isla en la mitad del rio. Urshanabi le hace saber que los gigantes que mató eran los únicos seres capaces de atravesar el Hubur, cuyas aguas no deben ser tocadas, por lo que le pide al héroe que construya 120 remos para poder atravesar.

Cuando llega a la isla, el inmortal Utnapishtim nota algo raro en la balsa que ha remontado el Hubur y le pregunta a Gilgamesh sobre su historia y sus propósitos. Al escucharlos, reprende al héroe y le advierte que combatir el destino de los hombres en una tarea vana que le arrebata la alegría a la vida. El rey sostiene que Utnapishtim no es tan diferente a él y le pregunta por qué sus destinos son tan desemejantes El sabio le relata toda su historia, la historia de la inundación (que resulta ser un compendio de la historia de Atrahasis*), e interroga a Gilgamesh sobre por qué deberían los dioses concederle un honor tan alto como el de la inmortalidad. Aun así, Utnapishtim decide reticentemente darle una oportunidad al rey para obtener lo que desea. Le dice que debe permanecer despierto durante seis días y siete noches, pero no bien ha terminado de decir estas palabras, cuando el héroe ya se encuentra sumergido en un sueño profundo.

Utnapishtim se burla de Gilgamesh y le dice a su esposa que hornee una barra de pan por cada día que el rey duerma, para que no pueda negar así su falta. Cuando despierta después de seis días y siete noches y descubre su fracaso, el héroe es exiliado y enviado de regreso a Uruk junto con Urshanabi. La esposa del hombre inmortal le pide entonces a este que muestre un poco de compasión ante la gran travesía que Gilgamesh ha emprendido para llegar hasta ese punto, por lo que Utnapishtim decide darle una última oportunidad. Le dice que en su viaje de regreso debe obtener cierta planta que crece en el fondo de los océanos, la cual concede la vida eterna. Gilgamesh la obtiene atando rocas a sus pies para poder caminar por el lecho marino, sin embargo, antes de probarla con él mismo, decide probarla con algún hombre viejo en Uruk a su regreso. Su alegría se torna en cenizas cuando un día, al decidir tomar un baño en un lago, deja la planta en la orilla y la misma es devorada por una serpiente, que al comerla pierde su piel vieja y renace. Gilgamesh llora amargamente en presencia de Urshanabi, pero habiendo fallado en dos ocasiones, no le queda más opción que regresar derrotado a su ciudad.

Parado ante los grandes muros de Uruk, concede su alabanza al trabajo duradero.

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Bien, este es el final de la onceava tablilla de la Epopeya de Gilgamesh (la doceava tablilla cuenta un pedazo de la historia que no tiene relación con el anterior, al tratarse de un apéndice del poema épico añadido posteriormente, en donde Enkidu baja al inframundo y es rescatado por Shamash), un relato lleno de suntuosidades y excesos que se las arregla para terminar con una enseñanza y un llamado a la humildad, al reconocimiento del trabajo arduo de los hombres y a la aceptación de que incluso el más grande debe morir algún día. Mientras se espera el momento de la muerte, los hombres deben gozar de la alegría de vivir y esforzarse por dejar obras que puedan ser reconocidas y recordadas.

Termino esta entrada como es costumbre con un poema de mi autoría titulado Descubrimiento y con la canción Ne Regv Na, del álbum Evocation I – The Arcane Dominion de la banda Eluveitie. 


Descubrimiento

Y ahora parece que nunca tuve las palabras necesarias
para nombrarte
ni para nombrar al mundo,
o para expresar aquello que me mueve
y aquello que se encuentra fuera de mi alcance.

Pieles transcurrieron debajo de la punta de mis dedos
como días grises envueltos en sábanas,
labios debajo de la punta de mi lengua,
cuellos para afilar en ellos mis colmillos,
joyas con las cuales engalanarme,
estandartes para gritar al mundo
mis deseos.

¿Cómo es que cerré entonces
el puño en el momento equivocado
y no logré quedarme con nada más
que con este susurro de tormenta
y con un olor a lluvia que en nada se parece
al de la sangre o al del vino?

En rincones desconocidos de mi alma
irisé tus labios y recorrí tus pasillos,
me aferré a las muñecas de un titiritero
y pretendí ser yo el que movía sus hilos,
y me senté a contemplar espejos
en los que mi rostro ya no puede reflejarse.

¿Qué me queda si no un par de ojos fríos,
una sed que ningún rio puede arrebatarme,
un dolor que se resiste a sacar las uñas de mi pecho,
y estas preguntas esenciales y a la vez inacabables?

He sido desnudado.

Dios  resultó ser un monstruo tan torcido como el Diablo,
yo resulté no ser nada más que un simple hombre.

Para mí no existe otro instante más que el presente
ni otro lugar más que aquel en donde me levanto.
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Estefanía Figueroa Buitrago



Agradezco mucho su atención y sus comentarios. Hasta la próxima.

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Atrahasis, Atar-hasis o Atram-hasis, es un término acadio que da nombre a un manuscrito del tiempo de Ammi-Saduqa, décimo rey (1646 a. C. - 1626 a. C.) de la Dinastía I de Babilonia, el cual contiene un extenso poema que abarca desde el origen del mundo hasta la creación del hombre, comprendiendo la historia del diluvio, entre otras. La historia de Atrahasis también es conocida como Utnapishtim para los babilonios y como Ziusudra para los sumerios.

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