Spring

Spring
Primavera en Mannheim, Alemania. Paisaje fotografiado y editado por mí.

domingo, 2 de octubre de 2016

Reino de Nostalgia

Morada al Sur
Aurelio Arturo

I

En las noches mestizas que subían de la hierba, 
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes, 
estremecían la tierra con su casco de bronce. 
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo. 
La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles. 
(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas, 
sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos. 
Una vaca sola, llena de grandes manchas, 
revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga, 
es como el pájaro toche en la rama, "llamita",
                                                   {"manzana de miel".

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla. 
Pero ya en la represa, salta la bella fuerza, 
con majestad de vacada que rebasa los pastales. 
Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura.

El viento viene, viene vestido de follajes, 
y se detiene y duda ante las puertas grandes, 
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.

Y se duerme en el viejo portal donde el silencio 
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al mediodía la luz fluye de esa naranja, 
en el centro del patio que barrieron los criados. 
(El más viejo de ellos en el suelo sentado, 
su sueño mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño 
se enredaba a la pulpa de mis encantamientos. 
Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo, 
al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos 
de la nodriza, el sueño me alarga los cabellos).

II 

Y aquí principia, en este torso de árbol, 
en este umbral pulido por tantos pasos muertos, 
la casa grande entre sus frescos ramos. 
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura. 
Pero cuando las sombras las poblaban de musgos, 
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos, 
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

* * *  

Entre años, entre árboles, circuída 
por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa, 
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas, 
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.

En el umbral de roble demoraba, 
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito, 
el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas, 
demoraba entre el humo lento alumbrado de
                                                 {remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas 
del ruido de tan hermosos caballos que galopan bajo 
                                            {asombrosas ramas.

Yo subí a las montañas, también hechas de sueños, 
yo ascendí, yo subí a las montañas donde un grito 
persiste entre las alas de palomas salvajes.

* * * 

Te hablo de días circuídos por los más finos árboles: 
te hablo de las vastas noches alumbradas 
por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria 
que cae eternamente en la sombra, encendida:

te hablo de un bosque extasiado que existe 
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa 
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas, 
entre millares de hojas inquietas, de una sola 
hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia, 
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron 
por los bellos países donde el verde es de todos los colores, 
los vientos que cantaron por los países de Colombia.

Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales,
                                                            {junto a cielos, 
que tiemblan temerosos entre alas azules:

te hablo de una voz que me es brisa constante, 
en mi canción moviendo toda palabra mía, 
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, 
                                                           {tan dulcemente,
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

III

En el umbral de roble demoraba, 
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito, 
un viento ya sin fuerza, un viento remansado 
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos 
que tardara quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando, 
temblando temeroso, con un pie en una cámara 
hechizada, y el otro a la orilla del valle 
donde hierve la noche estrellada, la noche 
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando 
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas, 
con tanta angustia un ave que agoniza, cual pudo, 
mi corazón luchando entre cielos voraces.

IV

Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las
                                                            {batallas. 
Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran 
las abejas doradas de la fiebre, duerme, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca, 
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.
Y le dices, le dices: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo 
de tu aliento saludable, llenas la atmósfera. 
—Yo soy tan sólo el río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido 
suavemente tus párpados, como dos hojas más,
                                                  {a su follaje negro.

* * * 

No eran jardines, no eran atmósferas delirantes. Tú te acuerdas 
de esa tierra protegida por una ala perpetua de palomas. 
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran 
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía 
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas
                                                             {ardientes. 
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa,
                                                            {tu sangre?

* * * 

Todos los cedros callan, todos los robles callan. 
Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa, 
hay un caballo negro con soles en las ancas, 
y en cuyo ojo vivo habita una centella. 
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice: 
"Es el potro más bello en tierras de tu padre" 

* * * 

En el umbral gastado persiste un viento fiel, 
repitiendo una sílaba que brilla por instantes. 
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura 
de un extremo a otro extremo del año. 
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".

V

He escrito un viento, un soplo vivo 
del viento entre fragancias, entre hierbas 
mágicas; he narrado 
el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas 
ramas, entre follajes, nidos rotos —entre años— 
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.

Over the Moon, Rob Gonsalves.

Hablar de la Morada al Sur de Aurelio Arturo es entrar en el terreno de la nostalgia y redescubrir en él la sutiliza de la poesía. Este poeta, abogado y magistrado colombiano nacido en La Unión, Nariño, en el año de 1906, es a menudo considerado como uno de los mejores poetas colombianos del siglo XX a pesar de haber dejado atrás una obra relativamente corta. Si han llegado hasta este punto leyendo el poema que precede a esta introducción, ya deben de haberse hecho una idea del porqué.

En esta ocasión no vengo a presentarles la biografía ni la obra de este poeta coterráneo. Para ello no me queda más que recomendarles el maravilloso ensayo con que William Ospina ha honrado su memoria en su obra “Por los países de Colombia” (libro que llegó a mis manos gracias a mi señor padre y a sus siempre acertadas recomendaciones). No, en esta ocasión quiero que nos centremos en esos versos mágicos de la morada al sur de Aurelio que no nos hablan de otra cosa más que de las memorias del niño enterradas en el corazón del hombre, de ese afán de volver a revivir recuerdos de una niñez transcurrida en una casa al sur de Colombia. Una casa nariñense que conoceremos a través de los velos de la nostalgia en un poema autobiográfico.

En las noches mestizas que subían de la hierba,
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Un solo verso nos habla mucho de lo que encontraremos en adelante y de ese don de Aurelio de plasmar con humildad y simplicidad la grandeza y la belleza de los pequeños detalles. A lo largo del poema, y esto es algo que William Ospina recalca en su ensaño, veremos esa técnica de hacer que lo grande, lo basto, dependa de lo pequeño, y de esta manera, que lo pequeño se eleve y se ubique en el mismo plano que lo infinito. “Jóvenes caballos estremecían la tierra con su casco de bronce”, “Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo”, “Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura”, son algunos ejemplos de esa sensibilidad que se centra en el detalle y construye sobre su pequeñez al mundo.

Con Aurelio las palabras están medidas y no hay nada que se haga innecesario o superfluo. Cada sílaba se junta para formar una frase como sacada del ensueño. Y es que para transmitir ese sentimiento tan humano de añoranza, hace falta de esa sensibilidad de la que tanto vengo hablando y de la que carecen tantos poetas. Aquí no se trata de la grandeza de los actos y los sentimientos de hombres apasionados, se trata de percibir la majestuosidad de un pedacito del mundo mirado a través de los ojos del joven Aurelio en sus primeros años de vida. Se trata de encontrarnos con construcciones de la índole de “Una hoja fina aún lleva su delgada frescura de un extremo a otro extremo del año”, darnos cuenta que se refiere a la ausencia de estaciones en Colombia y sorprendernos extasiados ante la belleza de un acto tan aparentemente simple.

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño
se enredaba a la pulpa de mis encantamientos.

Verso tras verso nos vamos imaginando un paisaje. Una antigua casa campestre, grande y luminosa, de muro, piedra y madera, en donde el viento y los criados se pasean a sus anchas. Circuida al norte por el bosque, abierta al sur a la campiña, coronada por el vuelo de las aves y cobijada por el basto tejido de la noche. De repente somos transportados a esa casa, recorremos con timidez sus salones y respiramos los aromas que se insinúan en sus pasillos, asomamos la cabeza por la ventana y dejamos que nuestros ojos se posen con delicadeza sobre el paisaje, luego nos arrullamos sobre los mulos de la nodriza, mientras el sueño nos alarga los cabellos. Vivimos en un instante lo correspondiente a un puñado de años de vida de un hombre que soñó y que intentó, con las más finas de sus artes, plasmar para siempre aquel sentimiento que lo ató continuamente a sus orígenes.

Pero no todo es magia. De repente el sueño llega a su fin. Nos despertamos y nos damos cuenta de que el tiempo ha pasado y nos ha dejado rememorando épocas en las que se construían ilusiones como castillos hacia el cielo. Morada al Sur tiene un final amargo. Un final que nos recuerda lo efímero de los recuerdos “he narrado el viento; sólo un poco de viento” y el vacío en el que caen nuestras vidas cuando perdemos la habilidad infantil de sorprendernos ante los pequeños detalles de nuestra existencia.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos —entre años— 
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.

Si tuviese que elegir mi verso favorito tendría que volver a copiar todo el poema. Esto que les presento aquí es solo un poco de mi interpretación y de mi sentir frente a la obra. Es una experiencia personal lo que les propongo al sugerirles que lean Morada al Sur con calma y no una, sino dos o tres veces, y se que dejen llevar por los sentimientos que transmite. Una vez lo hayan hecho, anímense a dejar un comentario con su apreciación sobre el poema. Ninguno aquí es crítico ni escritor profesional, como mucho disfrutamos de la buena escritura y queremos compartirla, así que nada de temores a la hora de escribir un comentario.

Por lo pronto, los dejo con mi poema Petición, el cual fue presentado por primera vez en el blog de mi tío “Contrastes” (el enlace al blog lo dejo por Aquí), como parte de uno de sus homenajes a la poesía familiar. La canción es una de mis favoritas de la banda finlandesa Nightwish, cuya letra, si se permiten un momento para leerla y entenderla, complementa el tema que venimos tratando a propósito del poema de Aurelio a la perfección.

Petición

Silencio
- un instante tan memorable
que se vista de eternidad ante tus ojos –
Tus ojos
- portales blancos en donde el amanecer
se bebe todas nuestras sombras –
Paciencia
- la capacidad de alejarse de todo
sin perder la pertenencia –
Tus manos
- arquitectas del destino por las cuales
todo puede recrearse –

Déjame presentarte el sonido único del devenir,
cuyo susurro anciano pasa más inadvertido
que el de las horas.
Déjame enseñarte a beber de ese flujo
que sin notarlo nos ha cavado
en las palmas estos surcos
por los cuales lees mi mañana.

Hoy tengo el cuerpo engalanado
por tejidos de esa fábrica que
recubre el firmamento,
pero tengo el alma limpia
y la presento bien desnuda
pues sólo con este conocimiento
piensa engalanarla.

Levanta pues la palma de tu mano
y observa cómo con ella se eleva mi mundo entero.
Sin derrumbarte, sin dejarla vacilar
ubícame al nivel de las esferas allá
en los confines mismos del universo.
Como un Atlas o un aciago Prometeo,
permite que agobie tus hombros amplios
con el peso muerto de mis esperanzas y mis sueños.

Sólo en el otro podremos reinventarnos,
trascender de nuestra humanidad
y ubicarnos allí mismo en donde
las olas de unos mares infinitos
revientan contra nuestras frentes
como potros alocados.

Silencio
- Orión brilla orgulloso está noche
sobre nuestras cabezas - 
_______________________________
Estefanía Figueroa Buitrago

Phenomenon of Floating, Rob Gonsalves.

"The days were brighter
gardens more blooming
the nights had more hope
in their silence[...]

Cherish the moment
tower the skies
don't let the dreamer
fade to grey like grass."

- Away, Nightwish.


Nos vemos en la próxima entrada. Por cierto, si les interesaron las pinturas que compartí por estos lados, les recomiendo la entrada “Descubrimientos” en el blog de mi hermana, la cual trata sobre este increíble pintor (click Aquí).

Una feliz semana para todos.

martes, 14 de junio de 2016

Rey de Reyes pt. II

"So many lives faded, withered away. And many were born.
Much that was great and significant sank into irrelevance. [...]
Yet nothing vanishes without a trace.
Everything that is sprang from what was."

- Nothing, Eluveitie.

13, Disegni. Roberto Ferri.

Estimados lectores,

regreso con la continuación de la historia épica del rey de Uruk, Gilgamesh, que dejamos a la mitad en la entrada anterior, y aprovecho la oportunidad para hacer un anuncio muy importante. Este blog, que empecé ya el 14 de Junio del 2014, está cumpliendo su segundo año. Es un hecho que me llena de mucho orgullo y de algo de nostalgia, pero sobre todo, de mucha alegría. Ya son 22 entradas publicadas, contando esta, en las que no sólo me he divertido sino que he aprendido muchísimo. Quiero agradecer de corazón a todas esas personas que han estado presentes durante todo este proceso, esas que yo sé que me leen aunque no me comentan, y esas que siempre se toman el tiempo de dejarme su opinión. A todos ustedes, muchas gracias. Espero seguir adelante con este proyecto, trayéndoles cada mes un poco de aquello que disfruto tanto: la escritura, el arte, la música y la poesía.

No siendo más, los dejo con la continuación de la historia (si no recuerdan bien la mitad anterior o si no la han leído, la pueden encontrar AQUI).

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[…]

A su regreso del bosque de Humbaba el rey es engalanado y adorado, y su nueva fama atrae la atención de la diosa Ishtar, señora de la fertilidad, el amor, la guerra y el sexo, quien le pide que la haga su amante. Gilgamesh se reúsa debido al maltrato que la diosa le ha dado a sus amantes anteriores y esta, herida en su orgullo, se dirige a su padre, el señor de los cielos Anu, y le pide que le conceda al Toro de los Cielos, Gugalanna, para reclamar su venganza. Anu se niega ante tal locura, pero Ishtar amenaza con abrir las mismísimas puertas del infierno de manera que cada ser viviente sucumba ante la muerte. Aterrorizado, Anu accede entonces a darle a Gugalanna a su hija, quien con él castiga terriblemente a la ciudad de Uruk.

En medio de la devastación y sin ayuda divina, Gilgamesh y Enkidu asesinan al Toro y ofrecen su corazón a Shamash en medio de la adoración de su pueblo. Aun así, los dioses deciden que, por haber matado a Humbaba y Gugalanna, uno de los héroes debe morir, y marcan a Endiku para tal destino a pesar de las intervenciones del dios sol. Endiku tiene un sueño premonitorio en donde es llevado al inframundo por los ángeles de la muerte. El inframundo es un reino de polvo en donde sus habitantes, custodiados por unos seres terroríficos, comen arcilla y se cubren en plumas. Enfermo y débil, Endiku muere al cabo de 12 días, lamentando no haber podido tener una muerte heroica en batalla.

Gilgamesh es destrozado y, tirando de sus cabellos y su ropa en desesperación, ordena a las montañas, los campos, los bosques, ríos, animales salvajes y a todo Uruk lamentar la muerte de su amigo. Convocando un gran banquete, el rey ordena que se construya una estatua en honor a Endiku y que abundantes tesoros de sus bóvedas sean dados como ofrenda al inframundo, para asegurarse que su amigo tenga una recepción favorable en el reino de los muertos.

Despedazado por la muerte de su compañero, Gilgamesh vaga por lo salvaje cubierto sólo con la piel de animales. Temeroso de su propia muerte, decide busca a Utnapishtim, el hombre al cual la diosa Enki le ordena renunciar a todas sus posesiones materiales, tomar parejas de animales y construir un arca para sobrevivir a la Gran Inundación según la voluntad de los dioses (relato que posteriormente inspiraría la historia de Noé). A Utnapishtim y su esposa les había sido concedido el don de la inmortalidad, por lo que Gilgamesh emprende un largo y peligroso viaje para descubrir y obtener el secreto de la vida eterna. Después de mucho tiempo, el rey llega a los picos gemelos de la montaña Mashu en el fin del mundo, en donde dos terribles guardianes con forma de hombre escorpión guardan la entrada a un túnel que ningún hombre ha atravesado jamás. Tras interrogar a Gilgamesh y reconocer su naturaleza divina, le permiten cruzar bajo la montaña y el héroe recorre a lo largo de 24 horas en completa penumbra el Camino del Sol, logrando completar el viaje antes de que la luz del astro logre alcanzarlo. Llega así al jardín de los dioses, un paraíso con árboles cargados de gemas.

Aquí Gilgamesh se reúne con Siduri, una divinidad femenina asociada al proceso de la fermentación, quien escucha de los labios de héroe sus propósitos e intenta disuadirlo de llevarlos a cabo. Al descubrir que sus esfuerzos son inútiles, Siduri conduce al rey ante Urshanabi, el barquero del Hubur, el rio de la muerte según la mitología mesopotámica. Urshanabi se encuentra rodeado de gigantes de piedra a quienes Gilgamesh considera una amenaza, por lo que decide darles muerte a todos. Al terminar su labor, le hace saber al barquero que desea encontrar a Utnapishtim, quien vive en una isla en la mitad del rio. Urshanabi le hace saber que los gigantes que mató eran los únicos seres capaces de atravesar el Hubur, cuyas aguas no deben ser tocadas, por lo que le pide al héroe que construya 120 remos para poder atravesar.

Cuando llega a la isla, el inmortal Utnapishtim nota algo raro en la balsa que ha remontado el Hubur y le pregunta a Gilgamesh sobre su historia y sus propósitos. Al escucharlos, reprende al héroe y le advierte que combatir el destino de los hombres en una tarea vana que le arrebata la alegría a la vida. El rey sostiene que Utnapishtim no es tan diferente a él y le pregunta por qué sus destinos son tan desemejantes El sabio le relata toda su historia, la historia de la inundación (que resulta ser un compendio de la historia de Atrahasis*), e interroga a Gilgamesh sobre por qué deberían los dioses concederle un honor tan alto como el de la inmortalidad. Aun así, Utnapishtim decide reticentemente darle una oportunidad al rey para obtener lo que desea. Le dice que debe permanecer despierto durante seis días y siete noches, pero no bien ha terminado de decir estas palabras, cuando el héroe ya se encuentra sumergido en un sueño profundo.

Utnapishtim se burla de Gilgamesh y le dice a su esposa que hornee una barra de pan por cada día que el rey duerma, para que no pueda negar así su falta. Cuando despierta después de seis días y siete noches y descubre su fracaso, el héroe es exiliado y enviado de regreso a Uruk junto con Urshanabi. La esposa del hombre inmortal le pide entonces a este que muestre un poco de compasión ante la gran travesía que Gilgamesh ha emprendido para llegar hasta ese punto, por lo que Utnapishtim decide darle una última oportunidad. Le dice que en su viaje de regreso debe obtener cierta planta que crece en el fondo de los océanos, la cual concede la vida eterna. Gilgamesh la obtiene atando rocas a sus pies para poder caminar por el lecho marino, sin embargo, antes de probarla con él mismo, decide probarla con algún hombre viejo en Uruk a su regreso. Su alegría se torna en cenizas cuando un día, al decidir tomar un baño en un lago, deja la planta en la orilla y la misma es devorada por una serpiente, que al comerla pierde su piel vieja y renace. Gilgamesh llora amargamente en presencia de Urshanabi, pero habiendo fallado en dos ocasiones, no le queda más opción que regresar derrotado a su ciudad.

Parado ante los grandes muros de Uruk, concede su alabanza al trabajo duradero.

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Bien, este es el final de la onceava tablilla de la Epopeya de Gilgamesh (la doceava tablilla cuenta un pedazo de la historia que no tiene relación con el anterior, al tratarse de un apéndice del poema épico añadido posteriormente, en donde Enkidu baja al inframundo y es rescatado por Shamash), un relato lleno de suntuosidades y excesos que se las arregla para terminar con una enseñanza y un llamado a la humildad, al reconocimiento del trabajo arduo de los hombres y a la aceptación de que incluso el más grande debe morir algún día. Mientras se espera el momento de la muerte, los hombres deben gozar de la alegría de vivir y esforzarse por dejar obras que puedan ser reconocidas y recordadas.

Termino esta entrada como es costumbre con un poema de mi autoría titulado Descubrimiento y con la canción Ne Regv Na, del álbum Evocation I – The Arcane Dominion de la banda Eluveitie. 


Descubrimiento

Y ahora parece que nunca tuve las palabras necesarias
para nombrarte
ni para nombrar al mundo,
o para expresar aquello que me mueve
y aquello que se encuentra fuera de mi alcance.

Pieles transcurrieron debajo de la punta de mis dedos
como días grises envueltos en sábanas,
labios debajo de la punta de mi lengua,
cuellos para afilar en ellos mis colmillos,
joyas con las cuales engalanarme,
estandartes para gritar al mundo
mis deseos.

¿Cómo es que cerré entonces
el puño en el momento equivocado
y no logré quedarme con nada más
que con este susurro de tormenta
y con un olor a lluvia que en nada se parece
al de la sangre o al del vino?

En rincones desconocidos de mi alma
irisé tus labios y recorrí tus pasillos,
me aferré a las muñecas de un titiritero
y pretendí ser yo el que movía sus hilos,
y me senté a contemplar espejos
en los que mi rostro ya no puede reflejarse.

¿Qué me queda si no un par de ojos fríos,
una sed que ningún rio puede arrebatarme,
un dolor que se resiste a sacar las uñas de mi pecho,
y estas preguntas esenciales y a la vez inacabables?

He sido desnudado.

Dios  resultó ser un monstruo tan torcido como el Diablo,
yo resulté no ser nada más que un simple hombre.

Para mí no existe otro instante más que el presente
ni otro lugar más que aquel en donde me levanto.
_______________________________
Estefanía Figueroa Buitrago



Agradezco mucho su atención y sus comentarios. Hasta la próxima.

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Atrahasis, Atar-hasis o Atram-hasis, es un término acadio que da nombre a un manuscrito del tiempo de Ammi-Saduqa, décimo rey (1646 a. C. - 1626 a. C.) de la Dinastía I de Babilonia, el cual contiene un extenso poema que abarca desde el origen del mundo hasta la creación del hombre, comprendiendo la historia del diluvio, entre otras. La historia de Atrahasis también es conocida como Utnapishtim para los babilonios y como Ziusudra para los sumerios.

domingo, 17 de abril de 2016

Rey de Reyes pt. I

"Aquel que vio todo hasta los confines de la tierra, que todas las cosas experimentó, consideró todo. [...] Lo oculto vio, desveló lo velado. Informó antes del Diluvio, llevó a cabo un largo viaje, cansado y derrengado. Todo su afán grabó en una estela de piedra. De la terraplenada Uruk el muro construyó, del reverenciado Eannal, el santuario puro.[...]

Dos tercios de él son Dios, [un tercio de él humano]."

- Tablilla I, (I y II). La Epopeya de Gilgamesh.

DIES IRAE, oil on canvas, 2011. Roberto Ferri.


El fragmento que han leído al principio de la entrada es el inicio de una narración sumeria escrita en tabillas que relata la épica historia del rey Gilgamesh de Uruk, conocida, por su género literario, como el Poema o la Epopeya de Gilgamesh. Datada de la Tercera Dinastía de Ur*, alrededor del 2100 A.C, es usualmente considerada la obra literaria más antigua de la especie humana. Esta entrada va dedicada a ella.

Gilgamesh, también conocido como Gilgamés o Bilgamés, fue el semi-mítico rey de la ciudad de Uruk. Su padre fue el sacerdote rey llamado Lugalbanda, el cual poseía habilidades mágicas, y su madre la diosa Ninsun. De acuerdo a esto, Gilgamesh fue un semidiós de fuerza sobre humana que gobernó la ciudad por un periodo excepcionalmente largo de tiempo (según los registros de la lista sumeria de reyes, su reinado comprendió la suma de 126 años). Sin embargo, a pesar del aire divino que rodea al rey a lo largo de la leyenda y de su estado de semidiós, no estamos hablando aquí de un personaje enteramente mitológico. De hecho, está ampliamente aceptado que Gilgamesh fue el quinto rey histórico de Uruk, cuya influencia fue tan profunda, que muy pronto mitos referentes a su calidad de súper hombre empezaron a formarse a su alrededor, culminando en diferentes obras que finalmente dan cuerpo a la epopeya. Se ha encontrado evidencia histórica de la existencia de Gilgamesh en inscripciones que le atribuyen la construcción de las murallas de la ciudad, en donde, según la leyenda, él graba sus grandes pericias y su búsqueda del significado de la vida.

El poema se desarrolla a lo largo de 12 tablillas, grabadas utilizando escritura cuneiforme, que perfilan al rey como un héroe mítico de 5,60 m de altura, cuya gloria le permite hablar y moverse entre los dioses como uno más de ellos. De las diversas fuentes encontradas, dos versiones de la épica han sido particularmente reconstruidas: una es la versión estándar en Acadio, titulada tras su íncipit Sha naqba īmuru (“el que vio las profundidades” o “el que vio lo desconocido”), y la otra es una vieja versión babilónica que porta el íncipit Shūtur eli sharrī (“sobrepasando a todos los otros reyes”). Adicionalmente, se han recuperado cinco poemas sumerios con versiones primitivas de algunos fragmentos encontrados en la versión Acadia estándar. Hallada en la librería del rey Assurbanipal (el último gran rey de Asiria) y escrita en un dialecto del Acadio, dicha versión fue compilada a partir de textos antiguos por el escriba mesopotámico Sin-leqi-unnini entre el 1300 y el 1000 A.C. Esta es la historia que cuenta.

La Epopeya de Gilgamesh

Gilgamesh, rey de Uruk, quien era dos tercios dios y un tercio hombre, oprimía a su gente. Las doncellas debían tener sexo con él en su noche de bodas, tradición conocida como Droit du seigneur o “el derecho de un señor”. Los jóvenes, por otro lado, eran sometidos a exhaustivas pruebas de fuerza, juegos y arduas labores. Torturado como estaba, el pueblo levanta su voz a los dioses y le pide que envíen a una creación capaz de igualar al rey para detener sus crueldades. Los dioses escuchan y envían a un hombre primitivo, cubierto en pelo y sólo rodeado por animales, de nombre Enkidu. Enkidu es salvaje y empieza a ser notado por un trampero, a quien el hombre le desentierra continuamente sus trampas, quitándole su sustento. El trampero pide ayuda, y se decide que Shamhat, una prostituta sagrada**, debe seducirlo como un primer paso hacia la civilización del salvaje. Tras seis días y siete noches de sexo, Shamhat lleva a Enkidu al campo de un pastor para que este lo introduzca en las tradiciones y costumbres de los hombres de ciudad.

Mientras Gilgamesh tiene sueños premonitorios sobre la llegada de una amada compañía, Enkidu es domesticado y se convierte en un guardia nocturno. Cuando a él llegan noticias del tratamiento que da el rey a las recién casadas, se decide, lleno de indignación, a intervenir en una boda para detener el ultraje y así, viaja a Uruk para oponerse. El día de la boda llega y cuando Gilgamesh va a entrar a la cámara de bodas, Enkidu aparece, bloqueando su camino y enfrentándose a él. Tras una fiera batalla, el hombre reconoce la supremacía del rey y entre los dos surge una fuerte amistad. Es entonces cuando Gilgamesh decide que los dos han de ir al Bosque de Cedros (el reino glorioso de los dioses en la mitología mesopotámica) y derrotar a su monstruoso guardián, el semi dios Humbaba.

A pesar de los intentos de Enkidu y del consejo de ancianos para disuadir al rey, este se muestra obstinado en emprender esta arriesgada empresa y, dejando las instrucciones necesarias para el gobierno de Uruk en su ausencia, se dirige a su madre, la diosa Ninsun, quien busca el apoyo y la protección del dios sol Shamash para con su hijo. Protegido así por el sol, Gilgamesh parte hacia el bosque acompañado de Enkidu.

A lo largo de los seis días de su viaje, el rey de Uruk ora constantemente a Shamash, quien responde enviándole sueños premonitorios durante la noche. En estos sueños terroríficos aparece el trueno y el relámpago haciendo temblar la tierra, la muerte y la oscuridad descendiendo de los cielos y un gran toro que hiere los suelos con su rugido. A pesar de esto, Enkidu interpreta los sueños para su amigo diciéndole que no son más que un signo de su victoria contra Humbaba, sin embargo, a la entrada del bosque, el salvaje se llena de miedo y Gilgamesh debe convencerlo de seguir adelante. Ambos empiezan entonces a cortar árboles del bosque sagrado, lo que atrae la atención del guardián.

Humbaba se presenta ante los dos hombres adquiriendo formas horribles y amenazándolos con la muerte. Tal espectáculo hace que Gilgamesh se acobarde y corra a esconderse, y nuevamente, son necesarias las palabras de su amigo para que el rey recobre el valor. La épica batalla empieza y, con la ayuda del dios Shamash, quien envía 13 vientos para inmovilizar al guardián, Gilgamesh logra reducirlo y dejarlo a la merced de su espada. Humbaba ruega por su vida y le dice al rey que si lo libera, lo hará señor del bosque, cortará los árboles para él y será en adelante su fiel esclavo. Enkidu se opone a esta proposición, diciéndole a su amigo que el monstruo miente y que, para alcanzar fama y gloria, debe matarlo. Así pues, Gilgamesh corta su cabeza, volviendo a Uruk por el Éufrates con ella y con los más grandes cedros del bosque, en una balsa construida de los mismos árboles.

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Hasta aquí hemos llegado al final de la quinta de las doce tablillas, con Gilgamesh y Enkidu volviendo victoriosos a su ciudad que los espera con grandes expectativas. De seguro la algarabía de las celebraciones llegará a los cielos, pero para los dioses, la gloria debe venir acompañada también de grandes pesares.

Continuaré con la historia del rey de Uruk en la próxima entrada, en donde él se encontrará con una crisis que lo hará partir a los confines del mundo en busca del significado de la vida. Hasta entonces, los dejo con mi poema titulado Significación y con la canción de la banda sueca Therion llamada Sirius B, del álbum homónimo.

Significación

El tiempo ha pasado.

La vida se ha convertido en historia,
nuestros actos en polvo o en leyenda.
¿Nuestros errores,
mueren o reencarnan?

¿Cuál es la línea que define al olvido,
cuál la que nos salva para la memoria,
qué camino abrimos ante nuestros hijos,
qué puerta con esta llave
de perdón u odio?

Hombres buenos han sido grandes
pero los hay que son pequeños.
¿En qué instante coronamos a la
crueldad de grandeza?
Desistiendo de nuestra racionalidad
nos rebajamos al instinto
que nos ofrece el miedo
a la desconocida profundidad
de nuestra propia naturaleza.

Un paso más
¿en la dirección correcta?

El final del camino está oculto
por esas brumas que sólo
dimensiona el universo.
En algún instante han de levantarse,
allí, ¿qué veremos?
¿cuál significado fundamental
entenderemos?
Sea acaso aquel nuestro más
glorioso o fatídico instante,
la conjugación de los milenios
en una oda o una torcida ironía.

Los dados se han echado,
para empezar nunca tuvimos verdaderamente
tiempo
o guía.
Son nuestros tumbos
los que cavan el camino que siguen
los que miran nuestra espalda,
los hijos que sacrificamos
al compás de nuestras armas
y del resultado de nuestros
inciertos desacuerdos.

Una cosa me es clara
a pesar de todo.

Deja que la crueldad se corone de hazañas
y se vista con sus sanguinolentas conquistas.

La vida ha de abrirse paso.
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Estefanía Figueroa Buitrago


Como siempre, agradezco mucho a aquellas personas que se toman el tiempo de leerme y/o comentarme. Muchas gracias a Daniel, Elber y Juan por sus opiniones en mi entrada pasada. Le he contestado personalmente a cada uno.

Lamento haberme demorado tanto en publicar. Esta entrada ha sido difícil y  me he tomado bastante tiempo en consultar y redactar. En vista de que estaba tan larga, alguien me ha dado la buena idea de dividirla en dos. Así puedo actualizar y ustedes no deben de leer un texto más largo que la biblia (de hecho, como van las cosas, tal vez en adelante me toque seguir dividiendo entradas).

Como sea, los espero en la próxima ocasión para terminar la historia. Un abrazo.

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* La Tercera Dinastía de Ur o Ur III corresponde a un periodo dentro del renacimiento sumerio (entre los siglos XXII A.C y XXI A.C), en donde se dio una nueva hegemonía que abarcó a toda Mesopotamia, con la ciudad de Ur a la cabeza (hoy en día las ruinas de Ur se encuentran a 24 km de la ciudad de Nasiriya, en Irak).

** La prostitución sagrada o religiosa es un rito sexual que consiste en relaciones llevadas a cabo en un contexto de culto religioso, como rito de fertilidad y matrimonio divino.